
Hay mucho lirismo en la pintura de Gonzalo, tanto que si hubiese vivido en el Quattrocento, sería uno más de los pintores poetas. Poesía y también mucho de ecología, de amor a la naturaleza en la que vive y a la que adora. Suele recurrir a la línea ondulante en movimiento con sentido de “non finito”, lo que le acerca al Arte Cinético e incluso al “Minimal Art”. Pero más bien son unos coloristas “Hilos de Ariadna” refulgentes a modo de balizas vitales.