POTENCIA PLÁSTICA
Esposición individual de Eric Aman comisariada por Conchi Álvarez
Desde la primera toma de contacto con la obra de Eric, estuvo claro el hilo narrativo de esta muestra. Pese al aparente binomio escultura-pintura, primera y lógica impresión en su visita, pronto esta visión se desvanece al observar la potencia plástica que destila su pintura y que remite, sin atisbo de duda, a toda la corte de maestros que primaron la forma sobre el contenido. Potencia plástica que, en su caso, va impregnada de un fino humor, una atemperada ironía y mucha agudeza inherentes a cada bronce y a cada pintura.
Su escultura pertenece a lo más clásico del arte, al Olimpo del clasicismo. Todas las obras de esta exposición muestran ese ethos atemporal que tienen las obras maestras y que bien podrían ser clasificadas, tanto en la Escuela Ática del Helenismo, como en el Quattrocento italiano, el Clasicismo francés, o el Neoclasicismo… No extraña, por ello, que a este francés afincado en Italia durante años, la prensa italiana lo calificara de “nuovo Michelangelo”, acertada comparación, pues ambos comparten no sólo el ideal neoplatónico de superar la belleza de la naturaleza mediante la imaginación1, sino también por esa energía y fuerza en potencia del primer Miguel Ángel. Si el Renacimiento es el germen, el Clasicismo francés es su lógica continuación. Efectivamente, hay mucho del refinamiento de Houdon en Eric, y hasta un cierto paralelismo: origen francés, viaje a Italia para poder empaparse de lo clásico y sus “revivals”: el Renacimiento, el Neoclasicismo… para llegar a “un arte estatuario más que escultórico”2 y, como aquel, que realizó dos grandes estatuas para los nichos de la iglesia Santa María degli Angeli, Eric ha sido el último escultor en colocar una monolítica Santa Catalina de Siena de siete metros de altura en uno de los nichos del Vaticano. De la estatuaria colosal a los bronces aquí presentes, algunos casi preciosistas pero todos con vocación de protagonizar tipos iconográficos costumbristas: la cantante de ópera, la bañista (interesante versión de la maternidad), el jugador de petanca, el “manpis”, junto a magníficas alegorías como la del pintor, la mujer col o la mujer plátano.
Su pintura está emparentada directamente con los llamados “pintores científicos” del Quattrocento: Masaccio, Piero della Francesca, Paolo Ucello. Todas las obras remiten a la pintura al fresco: la paleta de colores fríos, la preponderancia del dibujo sobre el color, los “valores táctiles” que llamó Berenson, y sobre todo el sentido decorativo inherente a cada pieza y que, aparentemente, constituye el iter pictórico de esta exposición. No es nuevo, justamente las imitaciones de piedras y maderas se remontan al opus sectile romano y a las decoraciones del segundo estilo pompeyano de pintura3, para luego enlazar con las taraceas pintadas del siglo XIV en Siena, que alcanzarán su esplendor en la Florencia del Quattrocento con los ya citados Piero della Francesca y Paolo Ucello. El paso siguiente fue el salto a trampantojo (trompe l´oeil) de escenas ilusionistas, y es en el Manierismo y el Barroco cuando se lograrán magníficas policromías imitando piedras duras e incrustaciones de mármol4. Pero Eric va más allá al convertir cada cuadro en un capricho5 simbolista, al traspasar, con temas aparentemente sencillos y convencionalmente alegóricos, sus significados tradicionales6. Es entonces cuando percibimos el fuerte aire novecentista de su pintura, tan cercana a los prerrafaelistas, a los nazarenos, pero con el inconfundible estilo “amaniano” cargado de inteligente humor, continuos guiños al espectador y dobles sentidos. Escenas cortesanas y galantes (“Tan inesperado”) comparten espacio con elegantes paisajes toscanos (“Curioseando”); la mitología (“Cornucopia”); la idílica Arcadia (“Caja de bombones”) junto a la nueva Arcadia: Los Baños del Carmen de Málaga (“Vista con afectos”); naturalezas muertas como “Contraste en sintonía”, “Flora representativa”, o el género del bodegón en “Estaban ocultas”. Eric, el demiurgo, hace que las estatuas cobren vida: “Tan inesperado”, “Cambio de postura”, o “Encontrándonos”, o crea alegorías de excelente ejecución como “Escaleras de ángeles”, “Momentos que rememorar”, o la manierista “Recapacitando”, de atmósfera asfixiante. Pero este francés, italiano de adopción y español por amor, también juega con el espectador con simbolismos arcanos como “Momentos que rememorar”, o instantes autobiográficos, algunos casi autorretratos como “Libertad parcial”, “Yo puedo con todo”, “¿Qué quieres?”, culminando en “Imitaciones artísticas” obra explicativa y declarativa en la que, desde su orgulloso magisterio del trampantojo, reivindica un merecido lugar en la Hª del Arte.
1 “El Arte del Renacimiento” Elie Faure. Pág. 150 y ss. Ed. Alianza y también
“La teoría de las artes en Italia 1450-1600” Antony Blunt. Pág. 76. Ensayos Arte Cátedra
2 “Pintura y escultura en Europa 1780-1880” Fritz Novotny. Pág. 371. Ed. Cátedra
3 “Las técnicas artísticas” Maltese (coordinador). Pág. 354, Ed. Cátedra
4 Ibid., Pág. 250
5 “El arte simbolista” Edward Lucie-Smith. Pág. 24. Ed. Destino. El capricho, “un género veneciano consistente en un estudio de arquitectura imaginaria, de una arquitectura real en un escenario inventado (…) para probar la inventiva y habilidad del artista”.
6 “Pintura y escultura en Europa 1880-1940” George Heard Hamilton. Pág. 82. Ed. Cátedra, sobre Puvis de Chavanne
HOBRE JUGANDO A LA PETANCA
Bronce a la cera perdida. Obra única + 1 P.A. 60 x 36 x 45 cm