04 Jun VOLTA BASEL 2022
Del 13 al 19 de junio
Para Volta Basel 2022 proponemos un proyecto sobre la infancia, con tres visiones muy diferentes, originales y enriquecedoras. La actual situación, de obligada inmovilización global, está obligando a los artistas a una catarsis que, en muchos casos, hace emerger ese niño interior que todos llevamos dentro y que, en el caso de los artistas propuestos, parece haber rescatado su particular enfoque de la niñez.
SALUSTIANO
La de Salustiano es una perspectiva de la infancia idealizada, atemporal y eminentemente clásica, en la acepción de clásica como de digna de ser imitada. Sus retratos de niños recuerdan el Renacimiento más elegante, con una composición de inspiración cuatrocentista. Las exposiciones de sus obras remiten a un concepto de gran espacio expositivo, palacial o señorial al tiempo que tienen un aire inequívocamente contemporáneo, de obra fresca, nueva (Discovery), o redescubierta (Rediscovery).
Sus tondos y grandes lienzos apaisados suelen tener un fondo de color plano, logrado a partir de varios pigmentos naturales, de un tono intenso, en óleo o acrílico, que cubre una gran parte de la superficie y lo desborda, pues contagia la ropa del retratado. Con ello consigue aislar el torso desnudo del infante, que adquiere una tridimensionalidad escultórica, convirtiendo sus retratos en tipos iconográficos. Retratos que van más allá del asombroso parecido con el modelo, pues son efigies del alma. La extraordinaria técnica de la que hace gala en sus obras, con un perfeccionismo pictórico de indudable experticia, le sitúan en la ilustre galería de maestros de la pintura de todos los tiempos.
Con la extraordinaria sensibilidad estética que le caracteriza, Salustiano consigue unos niños bellísimos, efebos atemporales, conscientes de representar el ideal platónico de belleza como armonía y proporción de las partes, como equilibrio y esplendor de lo que agrada y atrae.
CONCHI ÁLVAREZ
Conchi Álvarez, plantea una visión de la infancia centrada en la transmisión que se hace, de padres a hijos, de las tradiciones heredadas, concretamente la relativa a la Semana Santa, tradición católica española que se celebra desde hace siglos, y que tiene lugar el domingo posterior a la primera luna llena después del inicio de la primavera en el hemisferio norte.
Una de sus manifestaciones más populares son las Procesiones. En ellas se representan la Pasión y muerte de Jesucristo en pasos procesionales (del latín “passus”, escena de pasión, sufrimiento). Los pasos son conjuntos escultóricos en madera policromada representando los momentos más importantes de dicha Pasión. Son portados y acompañados por cofrades, agrupados en cofradías, cada una de ellas con nombre y uniforme de penitente distintivo, lo que convierte las procesiones en una impresionante performance de color. Esta tradición fue impulsada por la jerarquía católica para ilustrar con imágenes las escenas de la Pasión y muerte de Jesucristo con una intencionalidad pedagógica, y para llamar a los creyentes al arrepentimiento por los pecados cometidos.
El foco de atención preferente para la autora es el papel que tienen en las cofradías los pequeños cofrades. En muchas ocasiones, están ajenos a todo lo que sucede en la representación, y reaccionan de muy distintas formas, constituyendo estos niños toda una galería de emociones y actitudes. Desde el miedo, incluso el pavor, a la vista de los penitentes encapuchados y de las esculturas hiperrealistas de un Cristo sanguinolento, a las risas y el juego con los compañeros. Todas las reacciones infantiles grupales se dan en los momentos previos a la procesión, y las pinturas de Conchi captan magistralmente algunos de esos momentos. Cuando la performance comienza, el sentimiento de filiación a grupo, impone en ellos un desfilar ordenado y disciplinado. La presencia cercana de sus padres, iniciadores de esta tradición en los pequeños, es determinante, y les espolea y anima a disfrutar de esta singular tradición para que se perpetúe esta singular ”traditio”.
JULIE ALEGRE
Esta artista francesa hace una honda introspección en esa parcela de niño que todos llevamos dentro, y que en ella es inmensa. En esa búsqueda interior Julie encuentra un magma eruptivo de vivencias, recuerdos y sueños relacionados con su propia infancia. Hay todo un paraíso surrealista alojado en su subconsciente, que ella da forma a través de un proceso intuitivo, sensorial e irracional, a modo de parto demasiado rápido, sin apenas tiempo para ordenar, componer y racionalizar tanto caos y bullicio, pero precisamente por ello, más genuino y auténtico.
Usa una técnica milenaria, la tinta sobre papel. Pero en su caso, tintas de colores planos, saturados e intensos, o diluidos en lavis o aguadas con las que realiza un sugerente proceso de esquematización de las formas. En cada pieza, la falta o ausencia de atmósfera es significativa, proliferando las composiciones cerradas en las que ha renunciado al medio aéreo a favor del acuático, fetal por excelencia, de ahí el uso de tinta al agua y los restos de aguada en sus obras.
En Julie una parte de la infancia empieza ya en el seno materno, etapa de la que parece que ella mantiene vivos recuerdos, o anhela revivirlos en sus ensoñaciones. De ahí que el tema de la maternidad sea recurrente en su producción, concretado expresamente en la concepción y gestación. Y que por eso sus obras proyectan su yo más íntimo, destilando la añoranza del claustro materno, pero también los recuerdos de esa anhelada seguridad de una infancia protegida y feliz.