17 Abr VOLTA BASEL 2024
Del 10 al 16 de junio
Nuestro proyecto para Volta Basel 24 trata sobre la soledad. Se trata de una propuesta de pausa vital, de catarsis para conocernos mejor y analizar por qué queremos la soledad o por qué huimos de ella.
Para ello, hemos puesto en diálogo las pinturas de dos artistas españoles que utilizan el género del paisaje urbano para mostrar cómo la soledad se convierte en un excelente medio para llevar a cabo su catarsis, ayudándoles a equilibrar el miedo a la socialización con el propio deseo de socialización.
Miguel Ángel Iglesias y Conchi Álvarez comparten malgunos elementos en sus paisajes urbanos. La similitud más significativa es la ausencia de seres humanos. Curiosa coincidencia, ya que las zonas urbanas, espacios habitados por excelencia, aparecen en sus lienzos y paneles carentes de presencia humana. La Urbs es un espacio que, desde su aparición allá por el Neolítico, lideró una extraordinaria revolución que cambiaría la vida humana para siempre. La ciudad, espacio social por excelencia, aparece en los lienzos y paneles de estos dos creadores vacía, como anecúmenes llenos de color y luz, pero recordando siempre que su urbanismo es el lugar donde se produce la socialización y la comunicación.
Ambos creadores tienen el espíritu del anacoreta, que necesita la soledad para crear. En el caso de Conchi Álvarez, surge recurriendo a la memoria de espacios que ha vivido y recorrido; en el caso de Miguel Ángel, tomando distancia del entramado urbano, sobrevolándolo, para luego explorarlo y analizarlo. Las ciudades de ambos están vacías porque este ejercicio de revivir, soñar o escudriñar la ciudad esconde una búsqueda del interior y el siempre presente miedo a la socialización.
Desde la distancia emocional que impone su estudio, ambos dibujan su ciudad ideal, luminosa, deseable, utilizando el lenguaje figurativo. Ambos reflejan su estado de ánimo en el uso del color. Conchi excava entre los muros grises y atónos del tejido urbano para descubrir, a través de la luz y el color, la esencia de la ciudad, su alma. Para ella, esta búsqueda se ha convertido en un ejercicio itinerante por sus queridas ciudades, una de las cuales es Basilea, que forma parte de ese itinerario vital en el que cada mirada a la ciudad es un espejo que refleja su propia vida.
La búsqueda de Miguel Ángel es una meditación casi mística que le sirve como instrumento para volver a acercarse a la gente, para socializar. Miguel Ángel desarrolla perspectivas donde modela los edificios en una mirada melancólica del artista hacia un bosque de rascacielos que identifica a las urbes más densamente pobladas. Con una mirada cenital, desde un vuelo controlado, gira y cambia el ángulo de cada nueva obra, mientras reflexiona sobre una ciudad ideal.